Javier Ibáñez Juanpedro nació en Vitoria, España, el 3 de julio de 1938. Ingresó como postulante a la Compañía de Jesús en 1957 y fue ordenado sacerdote en 1970. Prácticamente toda su vida apostólica la dedicó al colegio Externado de San José, donde llegó por primera vez a finales de la década de los sesenta, en su etapa de magisterio, y luego como sacerdote a partir de 1971. Su trabajo primordial fue la educación de la niñez salvadoreña, expresada en el acompañamiento a niños y niñas de los grados de primaria, durante su proceso educativo integral.
Un rasgo destacado de su persona es la importancia que otorgaba a la dignidad de la niñez y al acompañamiento personal. Antes del inicio del año escolar, se tomaba el tiempo para anotar en las listas de grado la fecha de cumpleaños de cada estudiante. Cuando llegaba el día, se acercaba al cumpleañero para entregarle una sencilla pero sincera tarjeta de felicitación elaborada por él mismo. También entregaba mensajes personales breves, ya sea para felicitar por buenos resultados o para motivar una mejora. A lo largo de su labor educativa, debió escribir unos 45,000 mensajes de estos.
Acerca de su labor, el propio padre Ibáñez decía lo siguiente: “mi trabajo ha sido ‘estar’, estar al servicio de los niños y niñas (…) cuando en la mañana o al comienzo de la tarde llegan al colegio, estar a su servicio a lo largo del día para echarles una mano cuando lo necesitan, aconsejarlos, ayudarlos, estar con ellos para que resuelvan sus dificultades y problemas, hacer que ellos y ellas sientan que hay alguien en el colegio, alguien que no es de su familia, que les escucha cuando lo necesitan, que les da confianza para que confíen en ellos mismos, que les da consejos que se pueden seguir”.
En cuanto a su contribución académica para el país, el padre Ibáñez era conocido por ser cultor del buen escribir; por ello, elaboró materiales didácticos como sus libros de ortografía, la colección «Leamos lo nuestro» y de Estudios Sociales.
La partida del padre Ibáñez en 2023 deja un vacío irremplazable en toda la comunidad externadista, pero al mismo tiempo queda su obra de amor y servicio. Es impresionante la cantidad de testimonios llenos de admiración y ternura que sus exalumnos/as expresaron en su funeral, así como en redes sociales. De entre todos ellos, queda aquí este bonito fragmento como testimonio:
“El padre Ibáñez fue sin duda un ángel que Dios le regaló a este país, en especial al Externado San José, y que tuvo varios disfraces (por decirlo así), siendo el más conocido el de sacerdote; pero muchas veces se vistió, según las necesidades de cada «periquito» o “periquita”, de padre de familia, de amigo, de maestro, de consejero… o simplemente de un auténtico ser humano”.
José Quiñónez (Promo 2007)
¡Que Dios reciba en su gloria al padre Javier Ibáñez!